En 2050, seremos casi 10.000 millones de personas en el planeta. Si seguimos consumiendo de la forma y en la cantidad que lo hacemos, estaremos pidiendo unos recursos naturales que el planeta ya no nos podrá ofrecer.
Las dietas flexitarianas incluyen más semillas, legumbres, verduras y vegetales y menos consumo de productos de origen animal.
En 2050, seremos casi 10.000 millones de personas en el planeta. Si seguimos consumiendo de la forma y en la cantidad que lo hacemos, estaremos pidiendo unos recursos naturales que el planeta ya no nos podrá ofrecer.
A grandes males, grandes remedios. Para actuar frente a la situación actual, más de un tercio de la población ha optado por adaptar sus hábitos alimenticios al flexitarianismo.
¿Flexi… qué? El término flexitariana nace de la combinación de los términos “flexible” y “vegetariana”. Y es que, a diferencia de otras dietas como la vegetariana o la vegana, las dietas flexitarianas, más que restringir, apuestan por la variedad, ya que no excluyen específicamente ningún alimento.
Se trata de una dieta basada en el impulso del consumo de alimentos origen vegetal, como son las frutas, verduras, legumbres y semillas; sin excluir los alimentos de origen animal.
Esta variedad aporta la cantidad necesaria de nutrientes para una buena salud a largo plazo, reduce el riesgo de padecer enfermedades como la diabetes tipo 2 y, a su vez, apuesta por la sostenibilidad del planeta.
Los años 80 asentaron los cimientos de las tendencias actuales en aspectos como la moda, la música o el arte. Pero también fueron los inicios de nuestro estilo alimentario de hoy. Ya entonces, la marca de bebidas y productos lácteos Alpro, apostó por las proteínas de origen vegetal, que se han convertido en una tendencia imprescindible para aquellos que quieren cambiar las cosas, que buscan proteger el medio ambiente y cuidar de su salud.
Una de las proteínas de origen vegetal más utilizadas es la soja, que es de las más completas y beneficiosas, ya que es una alternativa libre de colesterol y grasas saturadas. Además, es apta para los intolerantes a la lactosa y se distingue por ser la principal fuente de aminoácidos. Ciudadanos comprometidos con este tipo de dietas nos demuestran que la revolución alimentaria está dando sus frutos.
Año tras año, las cifras de obesidad no dejan de aumentar, incrementando el riesgo de padecer enfermedades no transmisibles como los infartos. Día tras día, el desperdicio de alimentos a nivel mundial es mayor.
Tener en cuenta el impacto de nuestra dieta en el entorno es apostar por nuestro futuro.
Por esos 10.000 millones de personas.
Por el planeta en el que viviremos.
Por la revolución alimentaria.