Nuestros contenedores rebosan de comida, pero hay cientos de familias haciendo cola cada día para llevarse un plato caliente. En nuestras ciudades hay viviendas sin gente, y gente a la espera de encontrar una vivienda. A la España Vacía le invade el silencio a pesar de ser el pulmón que nos permita respirar durante más tiempo. Hablamos de regeneración, de justicia, de dignidad, pero seguimos consumiendo por encima de nuestras necesidades.
Cada vez que compramos, comemos o bebemos, cada vez que vamos al supermercado, elegimos entre desperdicio o circularidad, cambio climático o transición ecológica, precariedad o justicia social. Nuestras decisiones tienen el poder de cambiar el mundo. Es hora de hacerlo. La crisis del coronavirus nos ha dado el más contundente de todos los avisos: Algo tiene que cambiar.