Muchos han sido los ayuntamientos que se han lanzado a entregar diplomas a todos los niños por su buen comportamiento durante aquellos días. Aquellos días en los que quedarse en casa era una necesidad. En los que sacar la imaginación de debajo de las piedras era una obligación.
Los “auténticos héroes del confinamiento” pasaron de aprender en clase y jugar en el patio del colegio a no poder salir de casa durante semanas y realizar las clases de forma telemática (los más afortunados).
Y, aunque todos los niños pasaron días muy duros, algunos lo tuvieron más difícil: nuestra infancia más vulnerable. La que dependía de las becas comedor o la que no tenía acceso a ningún dispositivo electrónico. Esa infancia que se estaba quedando excluida, a pesar de que habíamos repetido y escuchado hasta la saciedad que nadie se iba a quedar atrás.